El cuarto de siete hijos, John Ray
Cash se había criado en Arkansas trabajando
junto a su padre y hermanos en las plantaciones
de algodón. Ese duro contexto y la temprana
muerte de su hermano mayor – por un trágico accidente – de
seguro hubieron de marcar su visión del mundo,
su sensibilidad y su especial aprecio hacia los
desposeídos, los desdichados y las minorías.
Ya convertido en una figura clave y
revolucionaria de la música country, sus
canciones siempre tuvieron como temática a la
muerte, el dolor, los “perdedores” y la
desdicha.
En 1951, Cash estaba alistado en las fuerzas
armadas, cumpliendo servicio en una base en San
Antonio, Texas, destinado como operador de radio
al Servicio de Seguridad de la Fuerza Aérea.
Por aquellos días, tuvo la oportunidad de ver
la película Inside
the walls of Folsom Prison, que lo
inspiró a escribir las primeras líneas de la
que pocos años mas tarde sería una celebre
canción de su repertorio: Folsom
Prison Blues.
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Pero la prisión de Folsom significaría más que
una canción en la vida de quien todos llamaban
el “hombre de negro” por vestir siempre con
trajes de ese color. A fines de 1967 su vida y
su carrera estaban en decadencia. Su adicción a
los anfetaminas y las constantes negativas de su
compañera de ruta, June
Carter, a casarse con él estaban
destrozando su estado físico y anímico; y todo
ello, sumado a las nuevas tendencias de la música,
estaba acabando con su carrera y confinándolo
al olvido. Aun así, Cash mantenía numerosos
seguidores, y entre ellos gran cantidad de
presos de todo los Estados Unidos. La constante
y afectuosa correspondencia que recibía de
estos lo motivó a planear un concierto en
alguna prisión y, claro, la de Folsom era la
indicada. Aunque los directivos de Columbia –la compañía con la que tenia contrato-
consideraban la idea como una provocación y un
locura anacrónica, Cash puso en marcha su
proyecto que, aunque desde el sello le auguraban
un fracaso comercial, incluía la grabación del
concierto para una posterior edición.
La
presentación fue el 13 de enero de 1968. Una
multitud de hombres privados de su libertad
vivaron al que les llevó, al menos por unas
horas, dignidad. Johnny Cash, acompañado por su
banda -The Tennessee Three- y June Carter ofreció un repertorio
exquisito, cargado de poesía y significado. Los
presos, en respeto a su actitud y su música,
presenciaron la mayor parte de este espectáculo único en silencio
-razón por la cual algunos de los gritos y
aplausos que se escuchan en la grabación,
fueron incluidos luego durante la mezcla-.
Para finalizar su show, Cash interpretó, para
sorpresa de la mayoría de los presentes, una
canción llamada Greystone
Chapel que había sido compuesta por
uno de los internos de la cárcel de Folsom
llamado Glen
Sherley. La noche anterior, el sacerdote de
la prisión había acercado al músico una
grabación con la canción cantada por el
convicto. Luego de escucharla, decidió
incluirla en la lista de temas.
La grabación, editada al poco tiempo en forma de
disco doble, fue un éxito rotundo, que captó
la admiración de la crítica y de los oyentes,
transformándose en la obra más vendida de su
carrera.
El concierto de la cárcel de Folsom, fue
solo el inicio de una serie que continuó por
varias prisiones de los Estados Unidos -tal es
el caso de San
Quentin, de la que también se editó un
disco en 1969-.
La repercusión de estas presentaciones devolvió
a Johnny Cash su renombre y agigantó su figura.
Los años, transformaron al músico de Arkansas
en un modelo a seguir y una inspiración para
las nuevas generaciones. Desde U2,
invitándolo a grabar el tema The
Wanderer para el disco Zooropa hasta John
Frusciante -guitarrista de los Red
Hot Chili Peppers- colaborando en uno de
sus discos, varios músicos demostraron gratitud
y admiración hacia el.
A 47 años de aquella mítica presentación de At Folsom Prison y a doce de la muerte de Johnny Cash, siempre es una buena oportunidad para reescuchar –o
hacerlo por primera vez- la grabación y
acercarse a uno de los músicos más influyentes del siglo XX, a su obra y a su
leyenda. CR |