La lista de músicos muertos por exceso de drogas o alcohol es extensa. Un breve listado sobre algunos de estos casos podría desarrollarse de esta forma: Dee Dee Ramone (The Ramones) y Sid Vicious (Sex Pistols), muertos por sobredosis de heroína; Keith Moon (The Who) por sobredosis de pastillas “anti-apoplejía”; Bon Scott (AC/DC) y John Bonham (Led Zeppelín) ahogados en su propio vómito por ingesta de alcohol en demasía; Luca Prodan, por cirrosis hepática; y un largo etc. Los nombres más resonantes de esa lista serían sin dudas los de Janis Joplin y Jimmie Hendrix. La primera encontró su final luego de una sobredosis de heroína; y el legendario guitarrista, por una mezcla de barbitúricos, somníferos y alcohol. Ambos, junto a Jim Morrison y Kurt Cobain, son los más honoríficos integrantes del por algunos llamado “club de los 27”, ya que los cuatro murieron a esa edad.
Pero no todas las partidas prematuras de figuras del rock del mundo de los vivos se debieron al uso abusivo de una u otra sustancia. Existe también una larga lista de muertes extrañas, dudosas e increíbles.
Persisten las dudas sobre el deceso del mencionado Morrison en 1971. Su cuerpo sin vida fue hallado en la bañera de su departamento de París y, si bien nunca se le realizó una autopsia, se declaró que la causa fue un paro cardíaco. Tampoco se tiene demasiada certeza en cuanto al fin de Michael Hutchence, vocalista y líder de INXS, quien fue encontrado ahorcado con su cinturón. Algunos afirman que no se trató de un acto voluntario, sino que estaba practicando una “técnica auto erótica de propiciar orgasmos durante la masturbación por asfixia”. En la Argentina, la muerte de José Alberto Iglesias Correa, conocido como “Tanguito”, es aún un misterio. Lo único cierto es que el 19 de mayo de 1972 fue despedazado por un tren al caer a las vías en el barrio de Palermo de la Ciudad de Buenos Aires. Pudo haber sido suicidio, ya que estaba sumido en una profunda depresión y viviendo como mendigo; pudo haber sido un accidente; o bien, un homicidio. Varios de sus amigos afirman que fue arrojado de la formación por un policía.
Los suicidios que están fuera de toda duda son el de Kurt Cobain y el de Ian Curtis. Cobain se disparó en la cabeza, con una escopeta, alguno de los primeros días de abril de 1994 en su casa de Seattle. Pocos meses antes había grabado con Nirvana el que quizás sea el concierto más brillante de los que integraron el ciclo MTV Unplugged. El cuerpo del cantante fue cremado. Según se dice, una parte de las cenizas fueron depositadas en un templo budista, otra fue arrojada en un río por su pequeña hija, y el resto quedó en poder de su controvertida viuda, Courtney Love. Curtis, el cantante y líder de Joy Division, decidió quitarse la vida a los 23 años. Se ahorcó en la cocina de su casa. Al parecer lo hizo mientras escuchaba el disco The Idiot, de Iggy Pop, sumamente deprimido tras haberse divorciado. Su lápida lleva por epitafio el título de una de sus más recocidas canciones, Love will tear us apart (El amor nos destrozará).
Si las dos estrellas anteriores pudieron decidir sobre su fin, otras, por el contrario, tuvieron a alguien que decidió por ellas. Fuera de toda duda, el caso más famoso es el de John Lennon, de quien no hace falta decir que fue asesinado a balazos por Mark David Chapman, uno de sus admiradores, mientras volvía a su departamento con su esposa Yoko Ono. Pero hay un hecho mucho más estremecedor e increíble y que casualmente sucedió en el 24 aniversario de la muerte del ex Beatle. La noche del 8 de diciembre de 2004, Diamond Darrel, guitarrista de heavy metal que había alcanzado la fama con la banda Pantera, se presentaba con su nueva agrupación, Damegeplan, en el club nocturno Alrosa Villa, en Ohio. Minutos después de comenzado el concierto un tal Nathan Gale, seguidor de la agrupación, eludió los controles de seguridad y logró subir al escenario y correr hacía donde estaba Darrel. Acto seguido, le disparó dos veces en la cabeza con una pistola provocándole la muerte en el instante. Tenía 38 años. Gale no se detuvo ahí, sino que continuó disparando su arma sin control. Dio muerte también a un miembro de la seguridad de la banda, a un empleado del club y a un fan; y produjo heridas de bala en varias personas más. La trágica noche terminó cuando un oficial de policía logró alcanzar al asesino y dispararle con una escopeta en la nuca. Entre las hipótesis que se barajaron estuvo la del plagio de una canción de Gale por parte de Darrel. También se habló de resentimiento del fanático por la separación de Pantera.
Los accidentes automovilísticos también tienen su página en el libro de las muertes del rock. El más increíble fue el que protagonizó Metállica en septiembre de 1986. Después de un concierto en Estocolmo los miembros de la banda subieron al colectivo de la gira para llegar a Dinamarca. Sortearon las camas donde dormirían durante el viaje y se dispusieron a descansar. Durante la madrugada el conductor perdió el control del transporte, que comenzó a dar vuelcos por la ruta. El bajista Cliff Burton salió despedido por una ventana del vehículo que finalmente se detuvo cayéndole encima. El músico murió instantáneamente por aplastamiento. El destino, quizás, jugó sus cartas. La cama en la que dormía Burton y de la cual salió volando hasta el pavimento estaba destinada originalmente al guitarrista Kirk Hammett.
Otro que estuvo en el lugar equivocado y en el momento inoportuno fue el genial Stevie Ray Vaughan (última foto) . Luego de la presentación junto a su banda Double Trouble en el Alpine Valley Music Theatre de Wisconsin, en el que compartió escenario con Eric Clapton, Buddy Guy y su hermano Jimmie, Stevie subió a un helicóptero ocupando el lugar cedido por Clapton para que viaje junto al resto de su banda. Al poco tiempo de despegar el aparato se estrelló contra un colina y Vaughan, junto al resto de los pasajeros, perdió su vida. Era agosto de 1990 y tenía tan solo 35 años. Hoy es recodado como uno de los más grandes guitarritas de todos los tiempos.
Aunque suene un tanto cruel, podría decirse que algunas muertes se producen de una manera un tanto tragicómica. Ese adjetivo podría aplicarse por ejemplo a los casos de Denis Wilson y Steve “Peregrin” Took. Wilson, uno de los fundadores de los Beach Boys, y el único que realmente llevaba una auténtica vida de “chico playero” y era un excelente nadador, paradójicamente, murió ahogado. Took, ex baterista de T-Rex, encontró la tragedia en una noche de excesos que incluyeron morfina; pero la causa de su final no fue producto directamente de ello, sino que se ahogó con la cereza que adornaba un trago que estaba bebiendo.
Para dar un final a este informe, y dejando de lado muchas otras muertes que ameritarían ser comentadas, repasemos, haciéndonos a un costado del rock y metiéndonos por un momento en un terreno aledaño como es el jazz, el último e increíble día del talentosísimo bajista Jaco Pastorius. Este músico, que había sabido deslumbrar junto al grupo Wheater Report, comenzó a sufrir a mediados de los ‘80 manifestaciones de trastornos mentales y fue diagnosticado como maníaco depresivo. Se volvió alcohólico y comenzó a vivir como un vagabundo. La madrugada del 12 de septiembre de 1987, en estado de ebriedad, fue a presenciar un concierto de Carlos Santana; pero cuando intentó subirse al escenario por la fuerza fue expulsado del lugar. Jaco se dirigió a un club nocturno llamado Midnight Bottle Club, en Fort Lauderdale, pero allí también encontró problemas; y además, la muerte. Al serle negada la entrada por el estado en que se encontraba, Pastorius pretendió hacerlo de todos modos y comenzó a armar un escándalo. El empleado de seguridad, un experto en artes marciales, no toleró aquello y, sin más contemplaciones, le dio una tremenda paliza la que le ocasionó una fractura de cráneo. Unos pocos días después, sufrió un derrame cerebral que acabó con su existencia. CR |