Don Fulgencio
EL NIÑO ETERNO
"El hombre que no tuvo infancia", apareció en el diario La Prensa en 1938. La repercusión de esta creación de un maestro del género como Lino Palacio fue inmediata y en poco tiempo el personaje ya tenía su versión radial y teatral. En 1950 fue llevado al cine con un éxito rotundo. Hoy su prominente figura se destaca, a modo de estatua, en el Paseo de la Historieta de la Ciudad de Buenso Aires.

Por Diego Cabarcos
@diecabarcos
Mayo 2015

"A los hombres que no tuvieron infancia;
a quienes, habiéndola tenido, la conservan como un tesoro;
a quienes la perdieron y la añoran;
a quienes la han olvidado, para que la recuerden;
a quienes aman y admiran a los niños;
a quienes no los aman, con un reproche;
a los niños que quieren ser grandes, con el deseo de que no lleguen a serlo del todo;
a los millones y millones que quisieran volver a ser niños"

                                                                                                  Lino Palacio


Creado por un maestro de la historieta como lo fue Lino Palacio, Fulgencio se asomó por primera vez al mundo el 24 de abril de 1938 desde el diario La Prensa, en una tira que llevaba por título “Señor Fulgencio (el hombre que no tuvo infancia)”, aunque poco tiempo después, en 1939, el “Señor” cambió por “Don”.

Don Fulgencio era un personaje entrañable, un niño con cuerpo de hombre. Un gran tímido que no tardó en ganarse el cariño de los lectores del diario. Mucho tiempo después de su aparición en el mundo de lo medios, Palacio explicaría, en un reportaje, que para esta creación se inspiró en un hombre que vendía la Biblia en la calle Bolívar. “Era tremendamente solemne, y, desde chico, he odiado a la gente solemne por sobre todas las cosas. En casa éramos alegres y no se nos había educado ceremoniosamente. Me dediqué a espiar a ese hombre. Y siempre estaba igual, profundamente serio. Me preguntaba si era por vender un libro tan serio como la Biblia. Un día, el hombre iba por una calle cuando vio una caja de fósforos tirada en el piso, miró para todos lados y le dio un puntapié. Entonces, entusiasmado, siempre mirando para todos lados y sin advertir que yo lo observaba, la siguió pateando a lo largo de la cuadra. Yo pensé: ‘pobre, ése nunca tuvo infancia’", recordaba el dibujante.

Y tan popular se hizo su creación que poco tiempo después de su aparición en la página de humor del diario, los responsables del café Sorocabana le pidieron al historietista un afiche en el que el personaje recomendara la compra del producto. En pocos días, la enorme figura de Don Fulgencio inundó las calles de la ciudad, lo que desató la ira del director de La Prensa, que levantó al personaje de sus páginas.

Pero no pasó mucho tiempo para que “el hombre que no tuvo infancia” pudiera compartir, nuevamente, sus aventuras con los lectores. Palacio, entre muchas otras, aceptó enseguida una propuesta del diario La Razón y su exquisita creación apareció en las páginas de ese periódico y permaneció hasta 1978, año en que el gobierno militar, encabezado por el dictador y genocida Jorge Rafael Videla, le solicitó al director del diario que levantara la tira Avivato, otra creación del autor, porque no dejaba una buena impresión del país en tiempos mundialistas. El historietista, una vez notificado, aceptó dejar de hacer la tira pero también sacó de sus páginas a Don Fulgencio. A partir de ese momento este niño en cuerpo de hombre comenzó a aparecer en la revista Anteojito, y quizás haya sido en ese medio donde las nuevas generaciones tuvieron la posibilidad de conocer a este peculiar personaje de la historieta argentina, cuyas aventuras también se publicaron en varios periódicos de Latinoamérica.

Por la tira desfilaron una gran cantidad de personajes secundarios que no hacían más que enriquecer la historieta. Los más recordados son sus sobrinos Tripudio, Sócrates y Liberata; su secretario Pitín; Radragáz, Fernendez, Rodolfo y Ursulu, quienes hablaban utilizando únicamente las letras “a”, “e”, “i”, “o” y “u”; sus novias Amapola y Ágata; su valet Toribio; el perro López; el loro Zaratrusta y la pequeña Ruth.

UN ÉXITO MÁS ALLÁ DE LA GRÁFICA

Tanta repercusión tuvo en la gente este personaje tímido y bonachón, de costumbres aniñadas e incapaz de matar una mosca, que ni el teatro, ni la radio y mucho menos el cine quisieron quedarse afuera del éxito. Un año después del “nacimiento” de Don Fulgencio, el autor Julio Pordelane hizo una adaptación para teatro y el personaje tomó vida en la piel del actor Marcos Caplán, mientras que en la radio el encargado de darle voz a Fulgencio fue Francisco Álvarez, con libretos de Mario Luis Monetti. En 1950, le llegó el turno a la pantalla grande y en esta oportunidad quien encarnó al personaje, magistralmente por cierto, fue el actor Enrique Serrano bajo la dirección de Enrique Cahen Salaberry y con guión de Ariel Cortazzo, Alejandro Verbitsky y Emilio Villalba Welsh. El elenco lo completaban figuras de la talla de Malvina Pastorino, Analía Gadé y Tono Andreu. Tan importante fue el suceso de público de la película que permaneció en pantalla poco menos de un año.

DON FULGENCIO A LA VANGUARDIA

El 17 de octubre de 1945, día y año emblemático para la historia del país y del peronismo, apareció una nueva revista humorística: Don Fulgencio, cuyo slogan era “La revista para todos en la casa”. Más allá de que la atención de todo el país estaba puesta en los acontecimientos ocurridos aquel día y que los kioscos de diarios cercanos al centro de la Capital Federal cerraron, Don Fulgencio se agotó ese mismo día.

En la revista, además de las aventuras del aniñado personaje que le daba nombre al flamante medio, Lino Palacio publicaba otras historietas también de su creación como “Tripudio” y “Agapito y su sombra”.

Pero más allá del éxito inicial, este nuevo emprendimiento no tuvo larga vida. Llegó a publicar solo 36 números. Sucede que Palacio, para diferenciarse del resto de las publicaciones del mismo estilo, imaginó una revista de vanguardia, para toda la familia y en la que preponderara  el humor absurdo, algo para lo cual la gente de aquella época, evidentemente, no estaba todavía preparada.

CON ESTATUA PROPIA

Como todo personaje emblemático de la historieta argentina, esta creación de Lino Palacio cuenta, desde 2013, con su merecida estatua en el ya clásico Paseo de la Historieta. En la intersección de las calles Venezuela y Balcarce, en el barrio porteño de San Telmo, se puede ver esta recreación del "hombre que no tuvo infancia", en tamaño real, aferrado a un manojo de globos de colores, custodiado muy de cerca, y desde su tribuna, por Clemente, aquella inolvidable criatura ideada por el inolvidable Caloi. Sin duda, un homenaje merecido, no solo al personaje de Palacio, sino al niño que todos llevamos dentro. CR

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