Analizando la nada
YO SOY RETRO... ¿Y QUÉ?

Por Gote
gote@codigoretro.com.ar

Marzo 2015

Me invitaron a escribir en este sitio como columnista especial, cosa que agradezco, claro, pero al hacerlo me pusieron en el difícil compromiso de tener que hilvanar un par de ideas coherentes, algo a lo que claramente no estoy acostumbrado. No obstante lo cual (siempre quise incluir esta frase en una nota), lo intentaré aunque, seguro, con resultados inciertos.

Y por ser mi primera participación en este renacer de la web, se me ocurre que estaría bien analizar la palabra que le da vida a este sitio. “Retro” es un término que se puso de moda quince años atrás. Concretamente con el comienzo del nuevo milenio, en coincidencia con el inicio de la fascinación – y veneración – por los años ’80, por parte de quienes fueron niños o adolescentes en esa época y que en los albores del 2000 empezaban a sentir los rigores de la incipiente adultez o, peor aún, a peinar las primeras canas.

Parafraseando al gran Andrés Calamaro podemos preguntarnos ¿de qué hablamos cuando hablamos de “retro”? Y resulta ser que esta palabra, tal como cuenta el crítico musical inglés Simon Reynolds, en su excelente libro Retromanía, se utiliza básicamente para describir “todo aquello que está relacionado con el pasado reciente de la cultura pop”. Es decir, ese pasado que todavía está a la vuelta de la esquina, sobre el que tenemos recuerdos.

Claro que las épocas anteriores a la nuestra tuvieron también sus propias obsesiones con la antigüedad. Desde la veneración renacentista por el arte clásico griego y romano hasta por las creaciones del arte gótico medieval. Pero lo que caracteriza claramente a estos tiempos que vivimos, tal como describe Reynolds, es que “nunca existió como ahora una sociedad tan alucinada por los artefactos culturales de su propio pasado inmediato”. Aunque, también es cierto, nunca hubo una sociedad que pudiera acceder a ese pasado con tanta facilidad como en estos tiempos. Hoy sólo basta con entrar a Youtube para escuchar un álbum completo de Bob Dylan o ver cualquier película de la década del '80 que recordemos con un dejo de nostalgia. Es decir que nuestro pasado está ahí, al alcance de la mano como pocas veces ocurrió en la historia y eso no hace más que engrosar esa fascinación por la cultura retro.

Pero la parte negativa de todo esto suele venir por el lado de Hollywood. Desde siempre la meca del cine  ha recurrido a viejos guiones con la intención de repetir éxitos del pasado, esperando que la nueva generación nostalgiosa corra a las boleterías con la ilusión de revivir sensaciones de un pasado no tan lejano y a su vez ganar nuevos fanáticos. Es así como hay que soportar bodrios - algunos un poco más dignos que otros - como Karate Kid, Fama, Psicosis, Ocean's Eleven y La Pantera Rosa por enumerar algunos. Y cuando no hace remakes de viejos éxitos de la pantalla grande, adapta los de la pantalla chica como Los Ángeles de Charlie, el Superagente 86 o Starsky y Hutch. Todos grandes fiascos si los comparamos con las versiones originales.

Aunque - nobleza obliga – también es cierto que a lo largo de la historia cinematográfica se han realizado segundas versiones que no tuvieron nada que envidiarle a la original. Tal el caso de Scarface de Brian de Palma, con Al Pacino en el rol principal, que está a la altura da la versión de 1932 de Howard Hawks, protagonizada por Paul Muni, lo mismo que la remake de The Thing de John Carpenter  y la de La Mosca de David Cronenberg, que son claramente superiores a las películas que las inspiraron.

De todas maneras, vale decir que el fanático retro siempre es un poco reacio a este tipo de reversiones. Por suerte, todavía es imposible imaginarse Rambo sin Sylvester Stallone, o Duro de Matar sin Bruce Willis, aunque en Hollywood todo es posible, como la patada en los testículos que resultó ver al delicioso Michael Scott (Steve Carell), de The Office, imitando a Don Adams, en esa olvidable remake del Superagente 86.

Y ya para concluir, comparto una ¿insignificante? preocupación.  A veces tengo la sensación de que el gran peligro que conlleva esta loca fascinación por las modas, las tendencias, los sonidos y las estrellas del pasado reciente, es que quizás nos estemos olvidando de vivir el presente, que es el que a su vez tiene que alimentar la cultura retro del futuro, o sea a este mismo sitio dentro de 20 años. Más allá de eso, y sin ninguna duda, yo soy retro... ¿y qué? CR

 

*Gote, idiota útil a los intereses de nadie

 

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